En el año 2011 el grupo de montaña El Verol descubrió la boca del que sería el segundo tubo volcánico más antiguo del mundo, con una edad de 14 millones de años y cuya exploración desde entonces no ha dejado de dar sorpresas, con el hallazgo de dos especies invertebradas, minerales por determinar y que pueden arrojar luz sobre la formación de la Isla y el Archipiélago así como restos de los extintos ratas y lagartos gigantes de Gran Canaria. Medio Ambiente presentaba ayer las primeras investigaciones sobre este y otros puntos subterráneos de la Reserva de la Biosfera: 'De Aslobas a Fataga'.
El Cabildo de Gran Canaria presentó ayer la investigación científica De Aslobas a Fataga. Viaje al subsuelo de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, una publicación que recoge los trabajos realizados, entre otros puntos, en el tubo volcánico de Aslobas, ubicado entre Tasarte y Tasartico, y que según los especialistas es el segundo más antiguo del mundo, con 14 millones de años de existencia, solo superado por otra formación similar que se encuentra en Australia, de 30 millones de años.
El volumen es el resultado de los trabajos de campo y análisis posterior realizados por los biólogos Manuel Naranjo y Sonia Martín, de la Sociedad Entomológica Canaria Melansis, y en el que también ha participado Octavio Fernández, técnico del grupo de espeleología Tebexcorade-La Palma y recoge, además de las particularidades del citado tubo, otra serie de exploraciones subterráneas realizadas por primera vez en varios puntos del territorio de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria.
El tubo volcánico de Aslobas fue descubierto en 2011 por el grupo de montaña El Verol, cuando dio con su entrada en una zona de difícil acceso dentro de la montaña del mismo nombre -prácticamente una pirámide casi perfecta-, pero más allá de su espectacular datación Aslobas aún guardaba más sorpresas, cuando en noviembre de 2013 la citada sociedad Melansis halla en sus profundidades dos nuevas especies de invertebrados capaces de prosperar allí sin apenas luz ni nutrientes: la cochinilla de la humedad y la cucaracha subterránea, ambas ciegas.
Pero aún hay más, porque también atesora una serie de formaciones minerales exclusivas del lugar, muchas de ellas por analizar y determinar exactamente su composición y que, según María del Mar Arévalo, consejera insular de Medio Ambiente, pueden ilustrar sobre los fenómenos geológicos que concurrieron en la formación de las islas, y especialmente en la de Gran Canaria.
Manuel Naranjo afirmaba ayer que este mineral de color negro, según le había explicado Francisco Torrado, catedrático de Geología de la ULPGC, y que jalona las paredes de la cueva permitirá también afinar con mayor precisión en la antigüedad de la formación subterránea, que tiene unos 67 metros de desarrollo y del que aún quedan ramales por explorar.
A eso hay que añadir los restos encontrados en su interior de la extinta rata gigante de Gran Canaria, así como del lagarto gigante, además de una serie de vestigios vegetales y cerámicas.
Lógicamente el hallazgo de todos estos 'tesoros' abren una nueva ventana exploratoria y científica no solo en el citado tubo en concreto, sino en toda el área de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, un extenso territorio que abarca un tercio de la superficie insular así como una amplia zona marítima del sur y suroeste muy rico en flora y fauna, y al que se añade este imprevisto atractivo subterráneo.
María del Mar Arévalo, que con la publicación de esta obra responde al interés del Cabildo de difundir y poner al alcance del público los trabajos ya desarrollados, invitaba ayer a " todas las personas de nuestra comunidad autónoma, de nuestro país y de la comunidad internacional que tengan interés por este descubrimiento a venir a la isla de Gran Canaria, a seguir analizando las posibilidades científicas que ofrece tanto el tubo volcánico de Aslobas como la variada fauna hipogea de nuestra Reserva de la Biosfera".
Esta invitación se enmarca en un programa más amplio -Fauna hipogea: un mundo escondido en la Reserva de la Biosfera-, que está financiado por Medio Ambiente y que es el mismo en cuyo ámbito se ha publicado este trabajo de Manuel Ojeda, Sonia Martín y Octavio Fernández.
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