La llegada masiva de refugiados sirios a Europa ha sacado del olvido a la guerra que sufre el país del que huyen desde 2011. Los civiles huyen de los bombardeos de Bashar Al Assad y también del terror impuesto por grupos como Estado Islámico (EI), que siguen con su agenda de limpieza sectaria y cultural del país en la zona donde han erigido su califato.
La histórica ciudad de Palmira, conjunto de ruinas declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, está en manos de unos yihadistas que tras hacer volar por los aires los templos de Bel y Baal Shamin, han acabado también con «tres de las torres funerarias, las que estaban mejor conservadas, las más bellas», indicó el jefe de las Antigüedades sirias, Mamun Abdelkarim.
En declaraciones recogidas por la agencia oficial de noticias, Sana, Abdelkarim citó los testimonios de residentes de Tadmur, ciudad moderna que descansa junto a las ruinas, y las imágenes vía satélite captadas este mes de septiembre por la Universidad estadounidense de Boston, como fuentes que confirman que los extremistas han reventado las tres torres de «un gran valor histórico» y que se remontan a diferentes periodos que van desde el año 44 hasta el 103 d.C.
Palmira agoniza desde mayo a manos de unos yihadistas que han hecho del mercado negro del arte una de sus fuentes de ingresos y que no dudaron a la hora de asesinar el mes pasado a Jaled Al Assad, arqueólogo de 82 años que había pasado cuarenta entre las ruinas del yacimiento y era la persona que mejor lo conocía, por negarse a revelar de la localización exacta de piezas importantes de Palmira. La explicación ofrecida por el EI en las redes sociales fue que cortaron la cabeza a Al Assad por «su papel de cuidador de los ídolos» de la ciudad y su participación en «conferencias infieles» en representación de Siria.
Agendas cruzadas
Siria vive su quinto año de guerra y ya son más de 240.000 los muertos y más de cuatro millones los desplazados a causa de un conflicto donde no se atisba una solución próxima. Además de los actores internos, las agendas de los países vecinos y las potencias regionales se cruzan en un campo de batalla que ha dividido el país en tres grandes zona, una bajo el control del régimen en Damasco, la frontera libanesa y la costa mediterránea, otra parte al norte con los kurdos como principal fuerza, y una tercera, al norte y este, donde los grupos armados de la oposición tratan de llenar el vacío dejado por el régimen.
En las últimas horas el Parlamento de Turquía ha aprobado la extensión por un año del mandato que autoriza el despliegue de tropas a Siria e Irak, una decisión que se produce pocas semanas después del inicio de los ataques aéreos contra posiciones del EI y de la milicia kurda del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Los que no parecen dispuestos a intervenir de forma directa son los rusos, grandes aliados del régimen de Damasco a quien vendes armas de forma regular, que en estos momentos se plantean «diversas opciones, pero ésa de la que usted habla no está en el programa», según la respuesta del presidente Vladimir Putin a un periodista que le interrogó sobre el posible despliegue de tropas en Siria, según recogió la agencia Ria Novosti.
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