miércoles, 2 de septiembre de 2015

Los humanos de Atapuerca eran más corpulentos que los neandertales, pero con menor cerebro

Con 1,63 metros de estatura media y una masa corporal de unos 69 kilos, los humanos de la Sima de los Huesos (Atapuerca, Burgos), de hace unos 430.000 años, eran más corpulentos que los posteriores neandertales. Un hombre de esa colección de fósiles es especialmente grande, superando los 90 kilos. En general, eran de cuerpo notablemente ancho y musculoso. Sin embargo, su masa cerebral era inferior a la del neandertal, algo que tiene importantes implicaciones en la evolución de este órgano clave en la especie humana. Esa impresionante colección de restos de la Sima de los Huesos ha permitido a los científicos describir ahora, por primera vez con precisión, la morfología corporal de aquellos individuos, cuyos restos se acumularon en el fondo de una cueva burgalesa por causas aún por determinar, aunque los investigadores sospechan que pudo ser un acto intencionado de sus congéneres.

“Es la primera vez que describimos el esqueleto postcraneal de la muestra más grande de fósiles que existe en la historia de la paleontología”, destaca Juan Luis Arsuaga, director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (Instituto de Salud Carlos III - Universidad Complutense) y primer autor del artículo que presenta hoy esta investigación en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias(PNAS) estadounidense.

Para el estudio, en el que ha participado una veintena de expertos de diferentes instituciones (casi todas españolas), los científicos han analizado más de 1.500 fósiles de los esqueletos postcraneales, es decir, de cuello para abajo. En total, en 2013, cuando arrancó esta investigación específica, los investigadores habían desenterrado ya más de 6.700 huesos humanos en la Sima, pertenecientes a 28 individuos como mínimo, de ambos sexos y edades variadas, incluidos 17 cráneos completos o parciales. Así, por ejemplo, la talla de 163 centímetros de estatura se refiere a la media de adultos teniendo en cuenta hombres y mujeres, y no hay en esta población tanta diferencia entre unos y otras como se pensaba. Estos individuos muestran ya algunos rasgos incipientes que luego estarán en los neandertales unos 200.000 años después.

“El hecho de que los humanos de la Sima de los Huesos tuvieran el cerebro más pequeño que los neandertales significa que en estos últimos ese órgano aumentó de tamaño paralelamente y de forma independiente al incremento que registró el cerebro de la especie humana actual, algo que se consideraba un rasgo exclusivo nuestro”, apunta Ignacio Martínez, profesor de paleontología de la Universidad de Alcalá de Henares y coautor del artículo de PNAS.

La extensa investigación, además, tiene un alcance ambicioso: Arsuaga y sus colegas proponen ahora un nuevo modelo de la evolución del cuerpo humano en cuatro grandes etapas a lo largo de más de cuatro millones de años. “Las cuatro fases coexistirían en el tiempo pero su orden de aparición es secuencial, una detrás de otra”, aclara Arsuaga. A la primera etapa corresponden los ardipitecos, de hace unos cuatro millones de años, que vivirían fundamentalmente en los árboles aunque tal vez tendrían alguna capacidad de desplazarse ocasionalmente sobre las dos extremidades inferiores. La segunda fase corresponde a los australopitecos, como la célebre Lucy de hace algo más de tres millones de años, que serían ya bípedos pero manteniendo algunas capacidades arbóreas. La tercera etapa es la del humano arcaico, a la que pertenece el Homo erectus de hace unos dos millones de años (el primero en salir del continente africano ancestral), pero también la población de la Sima de los Huesos, con cuerpo alto en comparación con los anteriores, ancho y robusto, y locomoción exclusivamente terrestre. Se acabaron los árboles como hábitat dominante para estas especies. Por último, el humano moderno es el cuarto grupo, de tipo alto, estrecho y de esqueleto grácil.

La principal novedad de este esquema es que, al incorporar a los neandertales en la tercera etapa, desmonta el modelo, generalmente aceptado por los científicos, “en el que los neandertales son producto de una adaptación específica a las condiciones climáticas frías del continente europeo, mientras que el hombre moderno, la especie actual, sería del modelo clásico, el del H.erectus africano”, explica Arsuaga. “No es así. Nosotros creemos que nuestra especie es la revolución. Son los neandertales, aunque con particularidades de adaptación, los que tienen el modelo arcaico”, afirma. Según este nuevo esquema, que seguramente será controvertido en la comunidad científica internacional, la novedad del humano actual se origina en África a la vez que los neandertales se adaptaban a vivir en las latitudes frías del continente europeo. Y los individuos de la Sima de los Huesos muestran los primeros pasos de una evolución que acabaría dando lugar a los neandertales de hace unos 200.000 años.

Arsuaga apunta que la novedad que supone el cuerpo de nuestra especie es “toda una revolución”, destacando el esqueleto grácil, la columna vertebral menos rígida que en otras especies, el particular y eficaz desplazamiento del centro de gravedad del cuerpo al caminar, las caderas estrechas, etcétera. “Es un prodigio de biomecánica, óptimo para caminar con gran eficiencia energética… ¿Usain Bolt? Sí, es la perfección, pero el mejor ejemplo de la especialidad del humano moderno es un corredor de maratón, capaz de recorrer grandes distancias con un mínimo consumo energético”, resume el paleontólogo.

Sin embargo, esta investigación de Atapuerca indica que en algo no somos tan exclusivos como se pensaba: el aumento notable del tamaño del cerebro en el último tramo de la evolución humana. “La gran aceleración de la encefalización se consideraba un rasgo distintivo de nuestra especie, algo único”, explica Martínez. Pero resulta que también en los neandertales se produjo ese proceso casi a la vez y de forma independiente, a la vista de la masa cerebral de sus ancestros remotos que son los humanos de la Sima de los Huesos.

“Los neandertales realmente son muy inteligentes, no son superchimpancés, como se pensaba hace años”, continúa Martínez. “Hablaban, se adornaban y ahora sabemos que tuvieron encefalización”. Este último rasgo, además, abre una nueva perspectiva para investigar la especie humana actual. “En ciencia es muy difícil avanzar con un caso único, necesitas hacer investigación comparativa y nuestra especie es difícil de abordar si es única. Ahora, con los neandertales, tenemos una especie espejo, otra especie inteligente que se originó independientemente de la nuestra, y esto nos ayuda a estudiarnos a nosotros mismos”, comenta este especialista.

¿El peinado como mensaje?

A la hora de hacer la ilustración técnica del hombre de la Sima de los Huesos, teniendo en cuenta todos los detalles anatómicos que los fósiles aportan, los científicos han tenido que afrontar una gran incógnita, y precisamente en una parte tan notoria del cuerpo como es la cabeza, porque de cabello no tienen datos. El pelo no fosiliza, no deja rastros y no se sabe cuándo apareció en la evolución humana el cabello, es decir, el pelo de la cabeza y la barba que crece ininterrumpidamente y que, si no se corta, alcanza hasta el suelo y arrastra, comenta Juan Luis Arsuaga. “Lo que está claro es que el resto de los primates y los mamíferos en general no comparten esta característica que es exclusivamente humana”, afirma. Parece lógico suponer, continúa, que estarán implicados en esto unos genes que se activan específicamente en los humanos por lo que, si se logra identificarlos, se podrán comprar con el genoma de los neandertales y determinar así si esos remotos europeos, por ejemplo, podían llevar cabellos y barbas largas.

“Mi hipótesis”, continúa Arsuaga –y retoma el asunto del peinado de la ilustración del atapuerquino- “es que el cabello de crecimiento continuo es un instrumento de comunicación que indica características de quien lo luce, como rango, jerarquía, pertenencia a un grupo específico… igual que en sociedades humanas actuales el peinado de los sijes, por ejemplo, o la identificación de mujeres casadas o solteras. Es un mensaje a los demás”.

La sugerencia de que el cabello podría ser útil tal vez como protección frente a la insolación excesiva no vale porque para eso no hace falta que crezca el pelo ininterrumpidamente durante toda la vida.

De los neandertales hay múltiples muestras de comportamiento simbólico expresado a través de objetos, de enterramientos…. recuerda Arsuaga. ¿Por qué no, entonces, en los individuos de la Sima de los Huesos? Aún sin pruebas científicas que sustenten o descarten la idea, los científicos de Atapuerca decidieron concederse una licencia en la ilustración del hombre de la Sima de los Huesos y ponerle un peinado más o menos elaborado y una luenga barba.


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