Los grabados rupestres de El Julan fueron descubiertos en 1873 por Aquilino Padrón. Desde entonces, El Julan ha ocupado una posición central en la literatura arqueológica canaria. La Zona Arqueológica la integran dos conjuntos rupestres, concheros (grandes acumulaciones de restos de moluscos, fruto de las prácticas alimenticias de las sociedades indígenas), aras de sacrificio (espacios dedicados a prácticas rituales) y cuevas de habitación y de enterramiento.
El sitio rupestre está integrado por dos coladas lávicas, localizándose los grabados en sus dos bordes. El primer conjunto, Los Letreros, es el más largo y sus paneles presentan mayores dimensiones y complejidad. Está integrado por 69 paneles con grabados. Este conjunto se emplaza próximo a un tagoror, una estructura elaborada en piedra seca que fue empleada por los indígenas como lugar de reunión para la celebración de consejos. El segundo conjunto, Los Números, se localiza a unos 500 m al Norte del anterior y está integrado por 37 paneles. Recientemente se han localizado dentro de la misma zona de El Julan otra serie de grabados que vienen a añadir más relevancia al yacimiento.
Los motivos rupestres, realizados en su mayoría mediante el picado, incluyen: inscripciones alfabéticas líbico-bereberes y, sobre todo, grabados geométricos (círculos aislados, partidos por uno o más diámetros o tangentes, trazos sinuosos, herraduras, etc.) Los motivos geométricos forman, generalmente, paneles muy complejos, algunos de varios metros de largo, y presentan afinidades con otros ejemplos documentados en el Atlas africano. Algunos investigadores proponen una fecha en torno a mediados del Primer Milenio a.n.e. como la época en que fueron realizadas las inscripciones líbico-bereberes de El Hierro, que presentan paralelismos con las documentadas en el norte de Argelia y Túnez.
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