Este yacimiento se emplaza en la laurisilva y próximo a una fuente de agua. Forma parte de un conjunto arqueológico integrado por asentamientos pastoriles, varias cuevas de habitación y cinco estaciones de grabados rupestres.
Su descubrimiento en 1940 abrió una nueva etapa en la investigación de La Palma, pues a partir de entonces se incrementó el catálogo rupestre de la isla.
La Zarza es uno de los yacimientos más complejos y de mayor interés científico de La Palma, tanto por lo que se refiere a la amplitud de la superficie grabada (29 paneles), como por la complejidad y amplia cronología que manifiestan los motivos grabados. Está integrada, además, por varios abrigos excavados a finales de la década de 1990.
La Zarcita tiene menos envergadura (18 paneles) y desarrollo cronológico, y destaca por el contraste que plantean sus grabados (básicamente meandriformes) con respecto a los existentes en La Zarza (con mayor variedad iconográfica), especialmente si tenemos en cuenta que se encuentran a escasa distancia entre sí, aunque en ambos casos en la cota de los 1.000 m de altitud.
Los motivos rupestres representados pueden agruparse en cuatro categorías básicas: espirales, circuliformes, meandros y lineales, que aparecen solas o combinadas, y ejecutadas mediante la técnica de picado y abrasión. Suelen interpretarse como una práctica mágica para propiciar condiciones naturales favorables, en relación con el agua, pues las espirales, meandros, etc., se relacionan con la representación simbólica del agua (como elemento vital) y también con cultos lunares, con el objetivo de garantizar la abundancia de los recursos naturales sobre los que descansan las estrategias productivas.
La primera ocupación de este yacimiento, al igual que sucede con Belmaco, puede emplazarse en torno al siglo III a.n.e.
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