En Es todo Tuyo hemos hablado muchas veces del llamado “oro blanco” -el azúcar-, por muchas razones: su importancia en el desarrollo económico de la isla, su relevancia en el mundo del arte (artículos) o su interés etnográfico. Ahora podemos añadir que, gracias a algunas de las excavaciones que se han llevado a cabo últimamente, existe también un interés arqueológico. Los ingenios azucareros modificaron la estructura social, económica y paisajística de ciertas zonas de la isla, y eso ha dejado una huella que -en ocasiones- solo la arqueología pueden reconocer.
Empecemos con un poco de historia…
Antonio Rumeu de Armas resume así las noticias relativas al comienzo del cultivo de la caña: “Famosos fueron en Gran Canaria los primeros ingenios de azúcar que se establecieron a raíz de finalizada la conquista con los primeros repartimientos de tierras. Para ello hizo venir Pedro de Vera de la Isla de la Madera maestros de azúcar que enseñaron el cultivo a los pobladores y establecieron las primeras plantaciones. El mismo Gobernador Pedro de Vera construyó el ingenio más antiguo de la Isla, movido por agua que se hacía derivar del barranco Guiniguada para el cultivo de sus tierras de la margen derecha de dicho arroyuelo (…)”
Es seguro decir que el cuadro de los ingenios a comienzos del siglo XVI es muy distinto del que era en los tiempos inmediatos a la conquista. Sin embargo, es difícil precisar cuántos había, porque los documentos nombran casi siempre al ingenio con el nombre del señor y éste podía cambiar, por traspaso o por herencia, como se comprueba en algunos casos. Tampoco la tradición oral es fiable ya que, por ejemplo, Abreu Galindo dice que hubo en Gran Canaria hasta diecisiete ingenios y Pedro Agustín del Castillo pone el máximo en veintidós. Por lo que sabemos, debieron existir algunos más, aunque no muchos. Lo principales, según Ana Viña Brito, estarían situados en:
- Ingenio de Sardina, Tomás Rodriguez Palenzuela
- Ingenio de Gáldar
- Ingenio de Guía, Lope Hernández de la Guerra
- Ingenio del Barranco de Guadalupe, Tomás Rodriguez Palenzuela
- Costa de Layraga, Bañaderos, Bartolomé Páez
- Ingenio de Arucas, Tomás Rodriguez Palenzuela
- Ingenio de Tenoya, Juan Silverio Mújica
- Ingenio de Tasautejo, Cristobal de la Coba
- Ingenio de Agüimes: tres, de Alonso Matos
- Ingenio de Temisas
- Ingenio de Sardina
- Ingenio de Agaete, Alonso Fernández de Lugo
- Ingenio de Moya
- Ingenio del Barranco Guiniguada, Pedro de Vera
- Ingenios de Telde: dos en el barranco del Perro y otro en los Llanos
- Ingenio de Tirajana, Tomás Rodriguez Palenzuela
Las tierras de regadío estaban ocupadas básicamente por las plantaciones, la explotación de las mismas casi siempre corría a cargo de sus propietarios. La mano de obra que trabajaban en los cañaverales era: asalariada, de condición de libre, y esclavos. Probablemente más de un 80% de la dotación humana de los antiguos ingenios azucareros de Canarias se componía de esclavos negros y bereberes. Sin embargo, las labores más delicadas requirieron del asesoramiento de mano de obra especializada.
Los Ingenios azucareros eran auténticas fábricas, de considerable capacidad productiva. Consistían en unas grandes edificaciones, situadas casi siempre en los lugares más próximos a las fincas del cañaveral y a los cursos de agua.
La situación estratégica de las islas permitió que el azúcar canario se exportara a Europa, alcanzando su apogeo a mediados del siglo XVI. No obstante, durante los primeros momentos, el comercio exterior se vio entorpecido por la ausencia de moneda. A principios del siglo XVIII, y tras el auge de las plantaciones de caña de azúcar en América, la industria azucarera canaria entraría en claro declive hasta prácticamente desaparecer.
Hoy en día, gracias al trabajo de arqueólogos e historiadores, tenemos cada vez más datos que nos ayudan a dibujar nuestro pasado, a descubrir cómo era esa sociedad y cómo fue cambiando hasta convertirse en lo que hoy conocemos.
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